ALDOUS HUXLEY, UN HOMBRE FELIZ. (A brave new man)

                  

MAX.- El mundo es mío, todo me sonríe, soy un hombre sin penas.

Luces de Bohemia

RAMÓN Mª DEL VALLE-INCLÁN




   Hay que combinar de alguna manera actividad con relajamiento, hay que liberarse de las garras del yo personal, a fin de que ese yo más profundo dentro de uno mismo, al que interferimos, aparezca y obre sus milagros.


   En cierto sentido, se puede decir que lo que estamos haciendo todo el tiempo es tratar de entrar dentro de nuestra propia luz.


El hombre y la religión
La situación humana.

   Os invito a entrar dentro de la luz de Aldous Huxley. Su foco es tan penetrante e iluminador que, a buen seguro, ayudará a disipar algunas de las sombras que mantienen en penumbra determinados recintos de vuestra propia personalidad. O si más no, os animará a que toméis cartas en el asunto.


   La experiencia no es lo que te sucede, sino lo que haces con lo que te sucede.


   Existe al menos un rincón del universo que con toda seguridad puedes mejorar, y eres tú mismo.

   Cuando en 1994, se cumplieron 100 años de su nacimiento, me sentí fatal por no haber sido capaz de organizar algo en su honor. Supongo que es tal la devoción que siento por él y por su obra, que tuve miedo de no estar a la altura de sus circunstancias, aunque no es menos cierto que mi vida, en aquellos momentos, atravesaba por una época muy efervescente, que acabó decidiéndome a abandonar Barcelona y trasladarme a Madrid. Pero, en fin, entre una cosa y otra, desistí en mi empeño y, un poco avergonzada ante mí misma y ante la memoria de este ser excepcional, no acabé haciendo nada. Me hubiera encantado rendir la debida pleitesía a este creador tan especial, se le considere desde la dimensión que se le considere, y del que la mayoría de personas tan sólo conocen una pequeña parte de su talento. Ojalá que estas páginas sirvan para que alguien se decida a conectar con el universo de Aldous Huxley. No tenéis nada que perder, tan sólo mucho que ganar




  Una imagen suya en blanco y negro, de sus años mozos, me contempla desde el interior del lindo marco de teca que reposa en mi escritorio y expande rayos de luz por toda la estancia. Mis invitados me preguntan a menudo: “¿Quién es?”. A mis espaldas, la foto de un Clint Eastwood maduro, colgada en una estantería, apuntándome con su dedo índice, me dice: “Vamos, pequeña, ¡tú puedes!”. Y a la derecha, en uno de los laterales de una cajonera, un párrafo de Jung escrito en un folio verde hierba, me reconforta con la plácida sabiduría que emana de sus palabras. Me gusta rodearme de cosas y de gente que me dan buen rollo, que enaltecen y tonifican mi existencia, y que esparcen buenas vibraciones por mi entorno. Y en eso Aldous Huxley es todo un experto.

   El primer libro que leí de Huxley fue Contrapunto, una de las obras cumbre de la literatura inglesa del siglo XX, paradigma de lo que se dio en definir como la novela de ideas y que Aldous antecede de los siguientes versos de Fulke Greville:


¡Tediosa es la condición de humano!
Naces bajo una ley, y a otra
te descubres ligado;
vanamente te engendran, pero tienes
prohibido el ser vano;
enfermo te han creado y veste
compelido a estar sano.
¿Qué propósito
tendrá Natura en tan diversas leyes
-la pasión, la razón- que de la propia
división son la causa?


   Contaba yo veintipocos años y era una de mis primeras lecturas de peso. Conecté con ese libro y con su autor, omnipresente a lo largo de la obra, desde las primeras páginas, con la atmósfera espiritual que generaba y con esa analítica suya tan particular. Subrayé bastantes párrafos, por su contenido o por su originalidad descriptiva, e hice varias anotaciones en mi cuaderno de lectura:


   Novela de ideas. La personalidad de cada protagonista debe estar implícita dentro de lo posible en las ideas de las cuales se haga portavoz. Siempre que las teorías sean racionalizaciones de sentimientos, instintos y disposiciones anímicas, esto es factible. El primordial inconveniente de la novela de ideas estriba en que el novelista debe escribir acerca de gentes que tengan ideas para expresar, lo cual excluye casi un 99 por 100 de la raza humana. De aquí que los verdaderos congénitos novelistas no escriban esta clase de libros, y que yo no haya pretendido ser nunca un novelista congénito.

   Las noches son como los seres humanos: carecen de interés hasta que llegan a la edad adulta. Hacia medianoche alcanzan la pubertad. Un poco después de la una empieza la mayoría de edad. Su apogeo corre de las dos a las dos y media. Una hora después entran en vía de desesperación, como esas damas devoradoras de hombres y esos hombres de capa caída que se lanzan al devaneo con redoblada violencia, intentando persuadirse de que son viejos. Después de las cuatro se encuentra en plena descomposición. Y su muerte es horrenda. Verdaderamente horrible al rayar el alba, cuando las botellas están vacías y las personas semejan cadáveres, y el deseo, exhausto, se ha convertido en repugnancia.
   
    Cuando sonríe, semeja una operación de apendicitis con comisuras irónicas.
   
    Se diría que exageraba su papel para convencerse de su propia existencia.

  Tiene el privilegio de olfatear el espíritu de la gente.

   Y, de súbito, dedos aguzados parecieron tocar, pizzicato, las cuerdas de sus nervios.

   Tú eres como un mono que pertenece a la parte de superhombre de la humanidad -había dicho Elinor-. Casi humano, como esos desdichados chimpancés. La única diferencia consiste en que ellos intentan elevarse al pensamiento con sus instintos y sensaciones, mientras que tú intentas rebajarte a la sensación con tu inteligencia. Casi humano.

   El amor debe justificarse por sus resultados en la intimidad del cuerpo y del alma, en el calor, en el contacto tierno, en el deleite. Si tiene que ser justificado desde el exterior, se revela, de consiguiente, injustificable. 

    Durante dos horas los músculos del corazón se contraen y se aflojan, se contraen otra vez y se vuelven a aflojar, ocho mil veces únicamente. La Tierra recorre menos de doscientos mil kilómetros sobre su órbita. Y la chumbera sólo ha tenido tiempo de invadir cuarenta hectáreas de tierra australiana. Dos horas no son nada. El tiempo de escuchar la Novena sinfonía y dos de los cuartetos póstumos, de ir en avión de Londres a París, de hacer pasar un almuerzo del estómago al intestino delgado, de leer Macbeth, de fallecer de una picadura de serpiente o de ganar un chelín y ocho peniques como fregona. Nada más.  

   -Suavemente, suavemente -repitió Rampion con burla-. Ustedes, los periodistas, son todos idénticos. Nada de sacudidas. La seguridad sobre todo. Literatura sin dolor. Ni extracción de prejuicios ni injertos de ideas, salvo con anestesia. Es preciso mantener constantemente a los lectores en un estado de sueño crepuscular... ¡Son ustedes incorregibles!

   Todo hombre nace con un derecho natural a la dicha; pero ¡qué feroz represión cuando alguien intenta reclamar su derecho!   La ley del mundo democrático es la estandarización humana, es la degeneración de toda la humanidad al más bajo nivel común. Su credo es la adoración del hombre mediano.

   Es incomparablemente más fácil saber muchas cosas, por ejemplo, sobre la historia del arte y tener ideas profundas sobre la metafísica y la sociología, que saber intuitiva y personalmente algo sobre nuestros semejantes, y llevar relaciones agradables con nuestros amigos y nuestras amantes, nuestra esposa y nuestros hijos. Vivir es mucho más difícil que el sánscrito, la química o la economía política. 

    Yo no conocía apenas nada sobre Huxley, tan sólo una versión televisiva bastante buena de su Un mundo feliz. Pero a medida que iba avanzando en la lectura de Contrapunto, mi entusiasmo iba en aumento y avivaba el fuego de mis emociones. Al acabar la lectura del libro, se apoderó de mí esa sensación que me invade cuando estoy a punto de terminar determinados libros: una mezcla de tristeza, de entusiasmo y de emoción. Tristeza porque ya no puedo seguir disfrutando con el intercambio de fluidos mentales y espirituales que la lectura de esas páginas me ha proporcionado; entusiasmo porque acabo de establecer una conexión con alguien que sé ya positivamente que va a ser muy importante para mí; y emoción porque en mi ser se ha obrado una tranformación, soy plenamente consciente de que he crecido interiormente, nuevas vías y nuevos planteamientos se abren ante mí y no quepo en mí de gozo.
  
   Eso tan sólo sucede muy de vez en cuando. Pero cuando esa sensación se produce es del todo maravillosa e irrepetible, ya que las segundas lecturas nunca son lo mismo. Las circunstancias varían, tu propia realidad es otra. Pero la primera conexión que estableces con un libro o con un escritor concreto, si esa sensación se confirma con posteriores lecturas de otras obras suyas, es increíblemente dichosa. Marlene Dietrich decía, a propósito de Orson Welles, que, cuando terminaba de hablar con él, se sentía agradecida, como una planta recién regada. Pues ésa fue la sensación que sentí al terminar Contrapunto. Y claro, cuando un autor te ha enriquecido tan plenamente, lo que quieres es buscar más libros suyos, para adentrarte con más profundidad en su obra y tratar de gozar a un nivel más elevado.

   Y eso fue lo que hice. O lo que traté de hacer. Pues como, lamentablemente, fui descubriendo con el paso de los años, conseguir leer determinados libros en este país resulta de lo más complicado. Estás obligado a buscarte circuitos alternativos, e insisto en el mercado de libros de segunda mano, pues creo que sigue siendo una opción muy interesante. La lástima es que algunos de sus libreros están muy poseídos por su parte negociante y tratan de sacar tajada del placer que sentimos algunas personas al encontrar libros que andábamos buscando, y te sangran.
   Me recuerdo un día, en la famosa Cuesta de Moyanos de Madrid, dándome un garbeo por los puestos, más por curiosidad que por otra cosa, ya que algunos de sus libros pueden conseguirse en otras librerías a mejor precio; pero tuve la mala pata de toparme con una edición preciosa de las novelas de Aldous, de 1957 y 1958, en dos tomos encuadernados en piel. Una de esas ediciones que acostumbraban hacer los editores de Aguilar, Plaza&Janés o Planeta, durante los cincuenta y los sesenta. Ésta en concreto era de Planeta, y aunque varias de las obras que allí aparecían ya las tenía yo en libros sueltos, no podía evitar querer poseer, a toda costa, una edición tan bella de las novelas de mi Aldous. Estaba totalmente poseída por el síndrome de la degustadora mitómana. Me pedían 2200 pesetas por cada tomo, y eso quince años atrás era una cantidad nada desdeñable. Pero, bueno, teniendo en cuenta todo lo dicho, no me hubiera importado pagar ese precio si los libros hubieran estado en buenas condiciones. Tan sólo el segundo tomo estaba impecable, tanto que yo creo que nadie abrió nunca sus páginas; pero el primero, ¡pobrecito!, lo habían torturado con un poco de fuego, apagado posteriormente con agua, y su cubierta rendía buena cuenta del incidente. No me parecía justo pagar lo mismo por los dos, rogué encarecida e insistentemente al vendedor que me rebajara un poco el primer tomo. Pero ya el hombre, zorro viejo, se había percatado de la posesión que había invadido mi ser al ver los libros, a través de las delatoras chirivitas que desprendían mis ojos, y se negó a rebajarme ni una peseta. ¡Está bien, tenga!

   Cuando esto sucedía yo ya había tenido ocasión de impregnarme del espíritu de Huxley, ya estaba coladita por él. Había leído todo lo que hasta entonces había caído en mis manos en forma de novela, ensayo, obra de teatro, cartas... Y me había calado muy hondo. Habíamos sobrepasado las barreras del trato formal, y ya nuestra conexión tenía implicaciones personales. No sólo era una fan de sus obras, de su mente y de su espíritu, no, era una enamorada de su persona, del ser humano Aldous Huxley.

   Me he sentido siempre tan reconfortada por su sabiduría, tan admirada de su amplitud de miras, de su eterna capacidad de aprendizaje, de su inteligencia creadora, de la originalidad de sus planteamientos... La bondad con que su corazón impregna de energía positiva todo lo relacionado con él no ha dejado de emocionarme. Su falta de prejuicios, sus asombrosas capacidades, su mente prodigiosa, su intachable coherencia y un sentido de la honestidad profundamente arraigado le convierten en un ser único y excepcional, con un punto de mira perfectamente enfocado.

   A pesar de pertenecer a una familia acomodada, pues no debemos olvidar que Aldous era nieto de T.H. Huxley, el prominente biólogo, e hijo de Leonard Huxley, afamado biógrafo y hombre de letras, lo que le permitió cursar sus estudios en el exclusivo Eton y graduarse en Oxford; no fue su naturaleza nada acomodaticia. Abandonó Inglaterra y sus comodidades siendo muy joven y vivió bastantes años en Italia, hasta que, a finales de la década de los treinta, se asentó definitivamente en California. Sus constantes sátiras sobre el mundo que le tocó vivir y sus pesimistas especulaciones sobre el devenir del ser humano, no le impidieron, sin embargo, seguir manteniendo la fe en la naturaleza humana y en sus posibilidades de redención.
  
   Su existencia estuvo marcada, desde muy jovencito, por una queratitis que le dejó prácticamente ciego de un ojo y a punto estuvo de cegarle totalmente. Pero su contagiosa energía, el amor que siempre fue capaz de generar a su alrededor, un exquisito y refinado sentido de la curiosidad y un inteligentísimo sentido del humor le permitieron mantener una vida plácida, en paz consigo mismo y en constante pugna con las incongruencias sociales y políticas del mundo, contra las que nunca dejó de luchar.

   Un espíritu universal y una mente portentosamente abarcadora le permitieron ahondar en los más diversos temas, lo que unido a su infatigable labor creadora y a un sentido de la verdad franco y abierto, le convierten en un escritor primoroso y en un pensador tremendamente sabio. Y aunque cualquiera de sus novelas transmite unos puntos de vista fascinantes, imaginativos y valiosos, yo adoro sus ensayos y sus conferencias.
   
   La lucidez de todos sus planteamientos y la visión preclara de los auténticos meollos del devenir universal quedan claramente expuestas en la serie de conferencias que Huxley dio en la Universidad de California y que Piero Ferrucci tuvo a bien de recopilar y editar, estimulado y apoyado por Laura Huxley, bajo el título de La situación humana. Es un libro del todo recomendable para todo aquel que desee obtener una visión completa y detallada del pensamiento y del genio de Aldous Huxley. En España, fue editado por Edhasa en 1979 y creo que ya va siendo hora de que realicen otra edición, y así no me veré obligada a pelear con los visitantes que acuden a mi casa e insisten en que les deje ese libro. Al menos, nos queda el consuelo de poder disfrutar de la recopilación de escritos que esa misma editorial publicó no hace mucho bajo el título Si mi biblioteca ardiera esta noche. A pesar de que la mayoría de los ahí incluidos pertenecen a la primera etapa creadora de Huxley, un muchacho que destila una cierta prepotencia, muy alejado todavía de las bondades y la sabiduría de su madurez. 


   Contrariamente a otros artistas, como Picasso, cuya naturaleza psicopática ha sido reflejada en varios estudios, o Dalí, cuyo egocentrismo siempre fue manifiesto; la personalidad de Huxley es sobrecogedoramente feliz, por haber sido capaz de aplicar sus principios a la práctica y de predicar con el ejemplo.

Saber es relativamente fácil. Querer y obrar de acuerdo a lo que uno quisiera, es siempre más duro.

   Según todos los indicios, él parece que lo consiguió. Si complicado debía de resultar convivir con el hombre Picasso o con el hombre Dalí, no así, al parecer, con el hombre Huxley, por tratarse de un ser afable y sincero, que invitaba a la gente a acercarse, no a alejarse. Por eso creo que no es justo reconocerle únicamente por poseer y saber alimentar una inteligencia racional elegante y extraordinaria, de la que supo sacar un gran partido creativo; debemos reconocerle también por haber sido capaz de poseer y saber alimentar una inteligencia emocional asombrosamente coherente, de la que supo sacar un gran partido humano. Esa simbiosis tan completa entre las distintas naturalezas que le conformaban y las que salían a su encuentro convierten a Aldous Huxley en uno de los pocos seres que, a su paso por este mundo, ha tenido la dicha de ser feliz.

...Conozco esa sensación de afectuosa solidaridad con las personas que me rodean y con el universo en general... También la sensación de la
rectitud fundamental del mundo, a pesar del dolor, la muerte y la pérdida...

(en una carta a un desconocido)
Auténtico TAO, ¿no os parece? Supongo que habrán sido escasos los seres, a lo largo y ancho de este planeta, capaces de establecer una conexión tan profunda con la armonía inherente al cosmos. Es una frase que, dicha en boca de otra persona, puede incitar a la sospecha de la autosobrevaloración. Pero en el caso de Aldous, no sólo no tiene sentido albergar dudas al respecto, sino que es perfectamente comprensible y lógico entender y creer que alguien como él haya adquirido una comprensión tan penetrante del sentir y del fluir universal.

   Pero puesto que yo, en definitiva, no le conozco mas que a través de sus obras, o de lo que otros han contado o escrito sobre él, creo que ya va siendo hora de que algunos de los que le conocieron y le trataron hablen sobre Aldous Huxley:


   Existía la leyenda de que lo sabía todo. Yo entonces no conocía su sempiterna buena voluntad ni su mentalidad abierta. Era precisamente esta buena disposición para dar oportunidad a todo y a todos, la que había contribuido tanto a la profundidad de su conocimiento y a la variedad de sus experiencias.

   No me había dado cuenta todavía de que uno de los objetivos principales de la vida de Aldous era la ampliación de la conciencia.   Cualquiera que tuviera una inquietud o un interés sinceros, cualquiera que hiciera una pregunta verdadera o un intento honesto por contestarla, siempre encontraría en Aldous un interlocutor paciente e interesado, dispuesto a participar de forma activa y eficaz.

   
   Era habitual en él, gracias a Dios, aligerar con simpatía y humor la gravedad.

   Aldous nunca fue capaz de interpretar un papel, de decir una sola mentira; le resultaba imposible mentir.


   Aún aprendo. Éste era uno de los lemas favoritos de Aldous, y su forma de vida. La divisa es el título de un dibujo que hizo Goya cuando ya era mayor. Representa a un hombre, doblado por el peso de los años y de los padecimientos, cojeando y ayudado por un bastón. Aún aprendo era el consejo que Aldous daba a los jóvenes estudiantes que, después de veinte años de aprendizaje en las aulas, salían a la vida. Fue el cumplido que le dedicó a Igor Stravinsky el día que éste cumplió setenta y ocho años.


  Laura Huxley
  Este momento sin tiempo
  Una visión personal de Aldous Huxley

  (Éste es un libro totalmente recomendable para aquellos que deseen adentrarse en las profundidades de Aldous. Está escrito con una inteligencia vivaz y comunicativa, por una mujer que le amó y que le honró, con acierto y dignidad a través de las suculentas páginas de este documento.)

   Aldous tenía una manera de contarte las cosas, sutil y sin pretensiones, que te hacía sentir que ya las sabías y que solamente te las estaba recordando.
   Christopher Isherwood

   No llegó a los cien, y cuando murió a los sesenta y nueve años el mundo perdió una inteligencia excepcionalmente creativa. De manera más obvia, perdió una mentalidad enciclopédica. Cuando uno de los principales periódicos expresó la idea de que la Decimocuarta Edición de la Enciclopedia Británica debería ser sometida a revisión, a nadie le sorprendió que la tarea fuese asignada a Aldous Huxley. Y la consideró inferior a la Undécima Edición.

   Más impresionante aún que la amplitud de miras del hombre, era sin duda su simpatía y su interés. Desde William James, pocas inteligencias privilegiadas han estado tan abiertas a todo.   Su ingenio era tan incisivo como lúdico.
   Equilibrio de espíritu y ánimo infatigable.   Interés omnívoro: simplemente, no se contentaba con hacer lo que sabía hacer bien. Su competencia era algo que le aburría.

   Sin necesitar la victoria, la adulación, los discípulos, podía sortearlo todo camino de la verdad. Y podía sortearlo por no tener egoísmo de ninguna clase.

   ...Rara vez le dejaba sin la sensación de haber recargado las pilas, como si se me acabase de abrir de golpe un nuevo rincón del mundo, una nueva panorámica del ser.

  (Fragmentos escogidos de la introducción al libro Huxley y Dios (Thassàlia, 1995), escrita por Huston Smith. Conoció y trató a Huxley durante los últimos diecisiete años de la vida de éste.)

   Huxley era un científico y un artista en una misma persona, recopilando todo aquello susceptible de ser necesitado por cada uno de nosotros en un mundo fragmentado, en el que cada cual aporta un fragmento distorsionado a esa especie de espejo universal, grande y destrozado. Su misión consistió en ensamblar esos fragmentos.
   Yehudi Menuhim


   Aldous tiene la sorprendente capacidad de ver justo lo que el artista quiere decir.  
   Kenneth Clark




   Y ahora, si os parece, dejemos que sea el propio Huxley quien nos hable:

   El proceso de aprendizaje no tiene límites de edad, no sólo para los grandes maestros como Goya o Stravinsky, sino para todos nosotros... Va desde la cuna a la tumba y, sin duda, más allá.
(comienzo de un discurso)



   Existe una cordura inherente al mundo, que permanece siempre. A pesar de que haya miles de personas yendo en miles de direcciones distintas.
(Durante una sesión psicodélica)


   No soy médico, ni psicoterapeuta, ni investigador, ni tampoco soy un organizador, ni me gusta hacer bulto en los comités, ni soy un perito legal. Soy un hombre de letras que solamente puede trabajar en soledad, un escritor interesado por una gran diversidad de temas, y el LSD es tan sólo uno de ellos.
(En una carta, rechazando presidir una fundación para la investigación del LSD.)


   Tener que vivir en un ambiente del cual es necesario ausentarse para defenderse, es lastimoso.

   ¿Por qué la mayoría de los hombres y de las mujeres, e incluso de los adolescentes, desarrollan la arterioesclerosis mental cuarenta o cincuenta años antes de que desarrollen la física? Es un gran misterio. Y sin embargo, el hecho es obvio. La mayoría de las personas se encapsulan, se cierran como ostras, a veces incluso antes de que hayan terminado de graduarse, y van por la vida parapetados ante cada idea, ante cada percepción fresca y sin conceptualizar. Es evidente que la educación nunca podrá obtener resultados satisfactorios mientras no aprendamos cómo enseñar a los niños y a los adultos a mantener una mente abierta.
(En una carta a su hermano Julian.)



Sobre el arte

   El artista busca imponer un orden de belleza y forma significativa tanto sobre la realidad externa como sobre la realidad interna dentro de sí. Quiere siempre verse a sí mismo en relación con el mundo y crear simbólicamente una armonía en que ambos quepan. En este sentido -en la medida en que tiene en cuenta el mundo interior y el mundo exterior- el arte difiere marcadamente de la mayoría de las ciencias.

   Se puede decir que el estilo de vida de una sociedad determinada, en un período determinado está dictado, al menos en cierta medida, por la cualidad del arte que prevalece en ese momento. Si el arte es bueno y si la gente se interesa por él, entonces la totalidad de lo que podríamos llamar estilo de vida será buena. Si predomina un arte malo, entonces el estilo de vida podría carecer en sumo grado de elegancia y nobleza. Así vemos que los errores y descuidos estéticos pueden tener consecuencias sociales. Una mala obra de arte puede ser en cierto sentido una ofensa social; puede hacer mucho daño -o de todas maneras dejar de hacer mucho bien. Las mejores obras de arte nos ayudan de algún modo a conocernos y a conocer nuestras relaciones con el mundo, mientras que las obras de arte malas o deleznables fomentan debilidades en nosotros y nos incitan a considerar el mundo de manera poco interesante e insignificante.

   El hombre que escribe malos versos comete un delito contra la sociedad.

   El gran artista debe proceder a través de la comprensión y de la simpatía. La grandeza del gran artista depende precisamente de la extensión y la intensidad de su simpatía. Hubo, por supuesto, artistas muy dotados cuya concepción era sumamente estrecha; crearon notables obras de arte dentro de un radio muy pequeño. Pero los artistas que el mundo ha reconocido como los grandes son, en su mayoría, los que estuvieron dotados de la más vasta simpatía. Las personas que combinan intensidad y gran extensión son capaces, por decirlo así, de asimilar y ordenar mayor cantidad de material que un artista menor.


   El proceso consiste en llegar a ser y luego expresar lo que llegamos a ser en función de los símbolos más poderosos y penetrantes.


Arte y psicoterapia


   El arte es comunicación y el arte es terapia. Todos los poetas insistieron en que el arte es una terapia. Hablan una y otra vez sobre el poder que tiene el arte de disipar las emociones y los pensamientos dolorosos que atormentan al poeta -de disiparlos por el solo hecho de prestarles atención y expresarlos.
  
   La psicoterapia moderna ha descubierto que ese aspecto catártico, terapéutico del arte es muy importante. Innumerables personas que padecen problemas psicológicos han descubierto que podían sentir un gran alivio dando expresión artística a sus ideas; la dolorosa presión que sienten dentro de ellos mismos desaparece, y pueden luego seguir viviendo de manera más eficaz.

   (...) Creo que deberíamos dejar bien aclarado que el arte como comunicación es tarea que incumbe a personas especialmente dotadas; pero que el arte como terapia es algo que probablemente todo el mundo debería practicar para su propio bien. Si esto queda aclarado, y resulta claro para nosotros que el arte como terapia no es necesariamente lo mismo que el arte como comunicación, entonces podrían evitarse penosas confusiones y desengaños que afectan a muchos artistas aficionados.



La sustancia de una obra de arte es inseparable de su forma; su verdad y su belleza son dos cosas distintas y, al propio tiempo no se sabe
por qué, una sola. La expresión verbal de una metafísica o de un sistema de ética se halla muy próxima a una obra de arte o a un poema de amor.

   De sus obras:

   -Si la gente comprendiese que los principios morales son como el sarampión...
   -¿Como el sarampión?
   -Tienen que ser contraídos. Y sólo la gente que los ha contraído puede contagiarlos.

   Si hubiesen logrado ustedes levantar a la gente y hacer algo violento y decisivo, ¿qué hubiera pasado? La anarquía durante algún tiempo. Y luego, para eliminar esta anarquía, otro dictador, que se diría comunista, sin duda, pero que en lo demás no se diferenciaría en nada del que ahora tienen. No se diferenciaría en nada más. A menos, claro está, que resultara peor, cosa más que probable.


   -El conocimiento es proporcionado al ser. Conoces en virtud de lo que eres. Y lo que eres depende de tres factores: de lo que has heredado, de lo que el ambiente ha hecho de ti y de lo que has decidido hacer con tu ambiente y con tu herencia. Un hombre de genio hereda una capacidad excepcional para ver en la realidad última y para expresar lo que ve. Si su ambiente es medianamente bueno, será capaz de ejercitar sus facultades. Pero si consume todas sus energías en escribir y no procura modificar su herencia y su ser adquirido a la luz de lo que conoce, nunca
logrará acrecentar su conocimiento. Por el contrario, conocerá progresivamente menos en lugar de más.
   -¿Menos en lugar de más?
   -Menos en lugar de más. Quien no mejora, empeora, y quien empeora está en condiciones de saber cada vez menos acerca de la realidad última.
  
   Mi primer smoking


   -Fui y seré me ponen triste -recitó ella-; tomo un gramo y sólo soy.
   Al fin, convencióle de que ingiriese cuatro tabletas de soma. Cinco minutos después, raíces y frutos fueron suprimidos; la flor del presente abríase, color de rosa.

   -Si tuviese un poco de sentido, comprendería que su castigo es, en realidad, un premio. Le mandan a una isla. Es decir, le mandan a un lugar donde hallará la compañía de los hombres y mujeres más interesantes que podría encontrar en todo el mundo. Cuantas personas que, por una u otra causa, han alcanzado demasiada personalidad para poder adaptarse a la vida en común. Cuantas personas no están conformes con la ortodoxia. Cuantas tienen ideas propias. Cuantas, en una palabra, son alguien.

   -Aun prescindiendo de Dios, y eso que Dios, desde luego, sería una razón para ello, ¿no vale nada vivir peligrosamente?
   -¡Ya lo creo que vale! -replicó el Inspector-. Hombres y mujeres necesitan que se les estimule de tiempo en tiempo las glándulas suprarrenales.
   -¿Qué? -preguntó, sin comprender, el salvaje.
   -Es uno de los requisitos de la perfecta salud. Por eso hemos puesto obligatorios los tratamientos de S.P.V.
   -¿S.P.V.?
   -Sucedáneo de Pasión Violenta. Generalmente una vez. Irrigamos el organismo con adrenalina. Es el completo equivalente fisiológico del miedo y de la cólera. Todos los efectos tónicos de la muerte de Desdémona y el hecho de ser muerta por Otelo, sin ninguno de sus inconvenientes.
   -Pero es que me gustan los inconvenientes.
   -Pues a nosotros, no -dijo el Inspector-. Preferimos hacer las cosas cómodamente.
   -Pero yo no quiero la comodidad. Yo quiero a Dios, quiero la poesía, quiero el verdadero riesgo, quiero la libertad, quiero la bondad. Quiero el pecado.
   -En resumen -dijo Mustafá Mond-: usted reclama el derecho a ser desgraciado.
   -Bueno, vaya -dijo el Salvaje-: reclamo el derecho a ser desgraciado.

   Un mundo feliz

   La sabiduría es una cárcel donde siempre estaré dispuesto a dejarme recluir.


   La sociología es la ciencia de la demencia humana.


   Si uno lleva consigo amor y bondad suficientes puede estar seguro de provocar, dentro de ciertos límites, el nacimiento del amor y de la bondad en casi todos los semejantes con los que se relaciona.


   ¡He vuelto a caer en las garras del estudio ininterrumpido y del delicioso manoseo de ideas!


   El infierno del hombre consiste en no poder ser otro sino el que su propia conducta le obliga a ser.


   -Como espíritu tienen un excremento de vaca y no pueden concebir que yo piense de otro modo. La boñiga atrae a la boñiga y se sorprenden cuando uno se niega a “aboñigarse”.

   Ciego en Gaza   

    En algún momento hay que parar. Citar a Huxley es tarea agradecida porque su capacidad para transmitir ideas, pensamientos y planteamientos es impresionante, viva, original e inagotable. Estoy segura de que si ahora releyera sus libros encontraría nuevas citas y establecería nuevas conexiones mentales y espirituales. ¿No es maravilloso que alguien resulte inagotable después de muerto? Tan sólo los grandes artistas lo consiguen. Sin duda, Aldous es uno de ellos.
Tal vez sea porque, como él mismo dijo en una ocasión:

   El secreto de la genialidad es el de conservar el espíritu del niño hasta la vejez, lo cual quiere decir nunca perder el entusiasmo.

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