MI PRIMER RETORNO




      “Pareciendo bichos son almas, testaferros, albaceas, padrinos que vuelan.

Son bigotes y perillas del cielo.”

Ramón Gómez de la Serna

 

Vuelo, vuelo, vuelo por el cielo, sin descanso, tan solo a ratos para coger fuerzas y retozar de nuevo entre las nubes, sin pegarme mucho al sol para que no me queme el frac. Como todo lo que pillo, que en pico abierto siempre entran moscas y otras criaturillas jugosas. Cuando el viento se enfurece, planeo con precisión y prosigo la aventura de mi primer retorno repleta de ilusión.

Solo deseo que no haya otra tormenta hoy, por favor, que vaya la que se armó anoche con unos relámpagos que parecía que todo el firmamento se iba a abrir en dos y nos tragaría de un momento a otro. ¡Y unos truenos ensordecedores! El mar se encrespó y las olas se alzaban iracundas. Pasé un poco de apuro porque todavía me falta experiencia y pericia. Hoy, todo está más tranquilo. Menos mal. Aparte de eso, el viaje está siendo hermoso, mucho más que el de la ida con la travesía de aquel desierto de arena que se me hizo eterna. La vuelta la estamos haciendo por mar. Al principio estaba nerviosilla, pero ya le voy pillando el punto. Claro que ahora viene lo más complicado, atravesar esa parte que se divisa allá a lo lejos, es lo que llaman el Estrecho de Gibraltar y vuelve a estar tan concurrida como cuando nos fuimos. Cuando lo crucé por primera vez estaba muy asustada e intimidada porque en mi corta vida jamás había visto tantas aves juntas. La abuela nos había aleccionado a las más jóvenes sobre cómo llegar al otro lado sin desfallecer. Y aquí estamos de nuevo, miles y miles de seres alados ansiosos por retornar a nuestras moradas de origen, venimos de muy distintos lugares y confluimos todos aquí. Madre mía, qué follón. Al loro con las rapaces, esas son las más peligrosas.



Durante todo el trayecto hemos avistado pequeñas embarcaciones repletas de humanos oscuros como los que nos han acogido estos meses, que al parecer también desean llegar a las costas españolas. Mi bisabuela dice que en épocas remotas tan solo se divisaban barcos de pescadores que se alegraban mucho de vernos porque nos consideran símbolo de buen augurio, pero que desde hace unos años cada vez hay más botes cargados de personas grandes y pequeñas, y que muchas de ellas no consiguen llegar a tierra y mueren ahogadas. Pobrecitas, a algunas de las nuestras también les ha pasado, sobre todo si los vientos rugen fuertes y cruzados, se quedan ahí flotando, nadie viene a recogerlas, hasta que el mar se las traga para siempre. Eso por no hablar de si se acerca algún cernícalo, ¡uf!, entonces ya no lo contamos. Espero que mi padre y mis hermanos hayan conseguido llegar sanos y salvos a nuestro hogar español.

Bueno, lo que nos faltaba, ya están aquí las pálidas gaviotas acosando. No puedo con ellas. Anda que no se ponen pesadas ni nada. ¿Pero tú dónde vas, pajarraca? No me pillas ni en sueños. ¡Toma, chúpate esa pirueta! Se creen que el mar es suyo.

-Hija, deja las gaviotas en paz y estate atenta que ya queda poco para terminar de atravesar el mar y llegar al otro lado, ahora es cuando hay que darlo todo.

-Pero si son ellas las que nos provocan amenazantes.

-Tú, ni caso. ¿Qué te tengo dicho? Cuando estamos en tránsito debemos concentrarnos y no desperdiciar fuerzas en tonterías. Y menos aquí.

 

¡Ha sido una pasada! ¡Impresionante! Todas las de la familia lo hemos conseguido. Yo me pegué a mi madre y no perdí de vista ni un momento el objetivo. Qué tensión. Pues hala, ya se acabó el viaje por mar. Bello, pero agotador. Al llegar a España, nos hemos encontrado con compañeras que van mucho más al norte, hacia lugares que en invierno son muy fríos y todavía les quedan varias jornadas de viaje. Nos despedimos esta mañana temprano deseándonos lo mejor, ojalá que nos reencontremos a la vuelta.

¡Último tramo de trayecto! Hoy fijo que llegamos a nuestros nidos. Qué ganas tengo ya. Unos aleteos más y el resto es insecto comido. ¡Ven aquí, moscona, chhhhiii, qué rica estás! 

-¿Adónde van todas esas, mamá?

-A la ciudad.

-¿Donde hay tanto ruido y gente por todas partes?

-¿Qué quieres que te diga? Les va la marcha. No todas prefieren el campo como nosotras.

-Pues a mí me encanta, hay mucho más espacio para volar libremente, por las noches duermes tranquila y hay comida hasta hartarse. Además, este año tendré mis propias crías y no me imagino un lugar mejor para anidar.

-Mira, creo que aquel es el campanario de nuestro pueblo. Pero hija, ¿dónde vas?

-A ver si veo a papá.

-Espera, espera…




 ¡Hola! Qué alegre algarabía se traen hoy las golondrinas, sobrevuelan sus nidos en señal de reconocimiento, eso es que han llegado más. ¡Bienvenidas, criaturas! Uala, qué virgueras que sois. Me encanta teneros de vuelta, con vuestros grititos y acrobacias adornando mis días de alegría.

“Sois como números escapados de un gran premio que hay muchos que no saben que les ha tocado, el premio de vivir diciendo: “¡Golondrinas!”, y viéndolas como participación afortunada.”

Cartas a las golondrinas

Ramón Gómez de la Serna

#historiasdeanimales

 

 

 

   

 

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Comentarios

  1. Belleza y desafíos de la migración de las golondrinas y experiencias humanas… un abrazo lejano

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