CLINT IS GOOD



Foto: Anton Corbijn


Mi muy venerado Clint:

Alucinadita me tienes, grandullón, de verte prodigándote por esas pantallas, cámara por delante y por detrás, ¡con la energía que se necesita para coordinar tantos talentos y sacar adelante una película, gensanta! Ya me imagino que tu equipo te arropa, ya, pero déjate, hay que echarle muchas ganas para seguir pariendo proyectos a tus años, 90 en mayo si el diablo no lo impide. Mucho te tiene que picar el gusanillo cinéfilo, pendejo, porque digo yo que por pasta no será.

Te lo creas o no, tú y yo llevamos muchos años juntos. Como lo oyes. Tengo una copia de esa foto magnífica en blanco y negro, apuntando con tu dedo al objetivo, que te hizo Anton Corbijn -a quien, entre tú y yo, supongo que estarás de acuerdo en que se le dan mejor las fotos que las pelis, que ni el mismísimo Georges Clooney pudo evitar que El americano supiera a truño-, presidiendo uno de los estantes de mis libros de cine. ¡Es una imagen tan inspiradora! Cuando estoy escribiendo y me encasquillo, cuando la vida me saca de quicio o cuando me reboto por algo y el desaliento me encima, allá que voy, dedo índice en ristre a chocarlo con el tuyo. Eso me reconforta, me da alas anímicas, me estimula. ¡Vamos!

Ay, cómo me encantaría tener cerca a alguien como tú, que me mirara así de vez en cuando; que me insuflara confianza y me exigiera, al mismo tiempo, poner manos a la obra. Alguien que me mostrara la plenitud que se siente cuando uno ha recorrido casi por entero su trayecto existencial siendo fiel a sí mismo y se ha salido con la suya. Alguien que se comportara con esa convicción tuya, sin recelo, sin miedo, con agallas. Alguien que me transmitiera fe en la perseverancia, el que la sigue la consigue, y me contagiara la esperanza en el triunfo del trabajo bien hecho, que tal y como están las cosas hoy día parece que eso es lo de menos, hijo. Alguien que saboree la vida a tu manera: con humildad, siempre dispuesto a aprender de los que realmente pueden enseñarte; con serenidad, sin precipitarte inútilmente; con valentía, capaz de sortear con arrojo las circunstancias adversas.

Porque lo peor, querido mío, es luchar contra esa impotencia que te hace sentir incapaz de hacer aquello para lo que te sientes tan capaz. ¿Tú has sentido eso alguna vez? Pues supongo que sí. Y está claro que lo has superado. ¡A ti te pediría más de un consejo! Y no vayas a creer que soy yo de las que se achican fácilmente, pero bien sabe Dios que la vida no siempre nos embarca en las naves adecuadas. Muchas son las ocasiones en que no estamos preparados para llevar el timón con soltura y acierto. Y, a veces, por mucha confianza que procure tener en mí misma, no siempre dispongo de la fuerza suficiente para afrontar las desconfianzas y envidias ajenas y sus innumerables barricadas. En ocasiones, me acusan de exceso de coraje, y a menudo soy yo misma la que me culpo justo de lo contrario. Ya sé que a ti te van las personas arriesgadas, por eso hace tiempo que te erigí en símbolo de la intrepidez. Eres mi quijote de la gran pantalla, mi hidalgo favorito, porque bordas como nadie esos papeles de lobo solidario que se complace en castigar alevosías con absoluta gallardía y donaire sin importarle poner su vida en riesgo.

No sabes cómo me pone esa pícara rebeldía que posee tu mirada y que sigues conservando a pesar de tu avanzada edad. Me encanta esa peligrosidad que emana de tu mera presencia y que tan segura me hace sentir. ¡Me pone a cien! Me excita tu estilo: poco ruido y muchas nueces. Encarnas, como ningún otro hombre, esa rara mezcla de virilidad y sensibilidad, tan dificilísima de encontrar, con un aplomo y una inteligencia únicos. Porque lo tuyo no es simplemente una aureola mítica como la que envuelve a otros actores, no, lo tuyo va mucho más allá. Tú eres un hombre con una presencia imponente, ¡qué duda cabe!, pero es que tú la sabes desplegar con inmenso poderío gracias a tu innegable y abarcador talento, repleto de sutilezas y matices.

A mí siempre me fueron los tipos duros, ¿sabes? Ya, de niña, tuve que aguantar el pitorreo de mis compañeros de EGB porque me gustaba Charles Bronson. Fue verlo en Chato el apache y quedarme traspuesta, era mi héroe:
-¡Pero si tiene cara de mono!
-¿Este tío? ¡Pero si sus orejas parecen asas!
-¡Pues a mí me gusta!

Lee Marvin, James Coburn, Gene Hackman o Robert Ryan pasaron a engrosar la lista de mis hombres predilectos. Nunca me sentí especialmente atraída por los guaperas. Siempre he pensado y sentido que la actitud es mucho más importante. Y a una mujer de carácter y agallas como yo, lo que le pone es un hombre capaz de salirle al encuentro y abordarla con clase y resolución. Más tarde, fui reconciliándome con los guapos, siempre y cuando fueran duros, claro, y añadí a mi lista a Errol Flynn, Clark Gable y William Holden. Luego, metida ya de lleno en la pasión cinéfila, me dejé subyugar por el encanto de Cary Grant, la animalidad de Marlon Brando y la sabiduría interpretativa de James Mason. Lo de Dennis Hoper, Jack Nicholson, Scott Glenn, James Woods, Morgan Freeman, Tommy Lee Jones o Gary Oldman vino más tarde. Fui añadiéndolos a mi lista de actores favoritos con encanto especial. Todos ellos hombres fascinantes, al menos en la pantalla, que una no sabe lo que se encontraría si los tuviera cara a cara. Oye, ¿y te has fijado en Hugh Jackman? Es supersexy, ¿eh? Y completito de talentos también, que hay que ver cómo canta el hombre. ¿No me negarás que no te recuerda a ti de joven? Te juro que cada vez que lo veo, le encuentro un tremendo parecido contigo.



Aunque debo admitir, Clint, que a ti me une algo muy especial. Lo tuyo es distinto. Al fin y al cabo, por muy bueno que sea un actor, él no hace más que interpretar lo que otros escriben y dirigen. Pero tú, además, eres un creador, un creador extraordinario, en un amplio sentido del término. Es que tú pareces tenerlo todo, criatura: actitud, presencia, valor, honestidad, sensibilidad, talento y un sex appeal de la hostia. Siempre me has puesto como una moto, mira, incluso cuando no era consciente de todo tu potencial.

Durante mi adolescencia, empecé a comprar revistas de cine, que era mi gran pasión, y por eso me enteré de que, además de los Harry Callahan y los spaguetti western, habías empezado a dirigir e interpretar tus propias películas. Comencé a interesarme seriamente por ti y, paulatinamente, no pude por menos que quitarme el sombrero ante tu magnífica persona. Más de una vez me enzarcé en discusiones con amigos míos por defenderte, no te creas. Todos parecían confabulados en desconfiar de tus posibilidades artísticas como director. Si quieres que te diga la verdad, en alguna ocasión, atisbé una cierta envidia masculina a través de las rendijas de sus opiniones. Y aunque tú y yo no nos conozcamos, estoy segura de que tuviste que soportar algo muy parecido en los inicios de tu carrera tras la cámara. ¿Pero qué más da? Eso nunca fue suficiente obstáculo para ti; además, supongo que el hecho de sortearlo con éxito te fortaleció y te hizo crecer más como ser humano y como creador. Lo cual ha repercutido muy positivamente en tu trabajo. Pero, bueno, el hecho es que a muchos no les dio la gana de percatarse del talentazo que atesoras hasta tu premiadísimo películón Sin perdón -¡gracias por el derroche testosterónico de ese cásting viril: Richard Harris, Gene Hackman y Morgan Freeman!-, a pesar de que con Bird y Cazador blanco, corazón negro nos habías obsequiado con dos clases magistrales de cine. Por no hablar de Un mundo perfecto, en donde, dicho sea de paso, tuvimos el placer de contemplar uno de los mejores y más matizados trabajos interpretativos de Kevin Costner. Pero fue, sin duda, con Los puentes de Madison que te metiste a todos en el bolsillo.

Tu progresión como director ha sido excelente, has ido de menos a más, aunque a mi, personalmente, siempre me pareció que Play Misty for me (Escalofrío en la noche), tu primera peli, estaba realmente bien, era una buena primera película, tal vez no espectacular, pero sí muy entretenida e inquietante. Entonces dijeron que se notaba la mano de tu amigo, el gran Don Siegel –que te hizo un cameo entrañable-, ¿te acuerdas? No sé si te jodió que minimizaran tu trabajo, sólo sé que, poco a poco y sin grandes alaracas, seguiste a lo tuyo, ajeno a esas desconfianzas ajenas que siempre surgen, ¡mira tú por dónde!, alrededor de los más capaces, y fuiste afianzándote con paso firme en el mundo del celuloide, hasta convertirte en uno de los creadores cinematográficos más personales y fascinantes del cine norteamericano actual. Gracias por ese alarde feminista que, viniendo de ti, vale mucho: Million dollar baby, y también por El gran torino, magníficas ambas, entrañables, poderosas, soberbias. Te has convertido en un aventajado discípulo de los clásicos. Nuestros favoritos, ¿eh?

Y luego está tu vena melómana. ¡Qué barbaridad! ¡Qué exceso! Por cierto, me encantó el documental que dedicaste al piano en el jazz y el blues, Piano Blues, y que produjo Martin Scorsesse. Encima el tío va y se compone e incluso interpreta la música de algunas pelis. ¿Pero, bueno, Clint, realmente existes?

Maldita sea, grandullón, por tu culpa, y también por esa dichosa mitomanía mía, sí, no niego que haya contribuido lo suyo, pero la cuestión es que por tu culpa primordialmente me he enganchado a ese prototipo de hombre que tú tan magníficamente simbolizas y estoy convencida de que eso me impide, ora desde mi inconsciente, ora desde mi subconsciente, llegar a sentirme plenamente satisfecha con un hombre real. ¡Es terrible, macho! Hubo un día, hace ya algún tiempo, en que reflexionaba yo sobre todo ello, cabreada y convencida de que lo suyo era que demandara a la industria de Hollywood por habernos inculcado, a mí y a millones de mujeres de todo el planeta, desde siempre, la idea prototípica de ese hombre con músculo, con seso, con sex appeal, con clase, con sensibilidad, con honestidad y con sentido del humor ¡¡¡que no existe!!! ¡Cuánto daño nos han hecho! Y lo siento mucho, pero, aquí, nuevamente, volvemos a ser nosotras las más damnificadas. Sí, porque no me negarás que es mucho más habitual toparse con mujeres atractivas e interesantes desde más diversos ángulos que hombres en las mismas condiciones. Es mucho más fácil y probable. Apuesto a que en la órbita en que tú te mueves sucede algo parecido. Si es que es un hecho universal...

Y no es que nosotras vayamos por ahí con vuestra imagen inmaculada de héroes imposibles en la sesera, dispuestas en todo momento a compararla con los tíos que se cruzan en nuestro camino, no, qué va, además, yo detesto las comparaciones. Pero es que no se trata de una comparación consciente, es mucho peor que eso; es que estáis, como te decía, en nuestro subconsciente y en nuestro inconsciente, y contra eso es muy difícil luchar. Durante años, hemos lamido y relamido, gozosas, pelis vuestras en que desplegábais proezas de todos los sabores. Y con retazos de todas ellas, hemos ido construyendo el collage de la imagen de nuestro hombre ideal. Pero teniendo en cuenta que los hombres han sido unos mantas a lo largo de los siglos, y todavía adolecen en su mayoría de una desastrosa inmadurez emocional, radicalmente alejada del dominio de la situación y de esa poderosa virilidad que tan ansiosas estamos por encontrar, pues ya me dirás tú. Nos sentimos frustradas, desencantadas y decepcionadas. ¡Ay, dichosos hombres!

Volviendo a ti, Clint, te diré que de entre todos los tipos atractivos e imposibles que configuran mi limbo prototípico de lo masculino, tú eres un pedazo de crack, el número uno. Por todo lo que te he dicho antes y porque tú encajas a la perfección en la versión ideal de mi “ogro azul”. Cada vez estoy más convencida de que ese arquetipo baboso del “príncipe azul” que, según dicen, perseguimos las mujeres es más un invento masculino que otra cosa. ¿Quién demonios quiere un príncipe azul imberbe, inmaduro y metrosexual, pudiendo disponer de un ogro azul poderoso y seguro de sí mismo, con pelo en el pecho? Déjate de príncipes... Cuántas mujeres nos morimos de ganas por toparnos con un hombre-hombre, un macho sensible y capaz que empotre nuestra libido sin contemplaciones y nos reviente con pasión viril. Si es que tal ser existe, porque, a estas alturas de mi vida aventurera, que una ha corrido lo suyo con muy variados ejemplares, estoy empezando a perder la fe.

Ni te imaginas cómo deseo cruzarme en el camino de un hombre que sepa plantar cara a mis cirsunstancias, que me permita relajarme un poco y no tener que estar pendiente de llevar las riendas de la situación constantemente. Un hombre honesto que proteja mi ternura y me dé confianza. Un hombre que mime a la gatita que esta leona lleva dentro.

En fin, corasón, no te mareo más con mis sueños imposibles y mis alabanzas entusiastas o acabaremos vomitando los dos. Que me pones mucho, tío. Y que estoy segura de que hay un montón de pasiones que tú y yo podríamos compartir. Pero como eso es prácticamente imposible que suceda, he querido rendirte un justo y humilde homenaje desde lo más profundo de mi ser, a través de estas líneas.

I love you, Clint. Because Clint is good, very good!!!! Or maybe even Clint Is God.


Artículo publicado en el libro Amores de cine (Editorial Sial-Pigmalión, 2020)






Comentarios

  1. Que guay!! Me recuerda un poco a la película 800 balas, lo que Sancho Gracia pensaba de su amigo Clint, nada que ver, lo sé, pero esa admiración y esa mitomanía... es comprensible.
    Yo era muy fan de Clint Eastwood, me gustaba mucho de pequeño, me encantaba Harry Callaghan, y a pesar de que no me gustara el western, sus pelís si me gustaban, solo por él, John Wayne y todo el rollo ese, no me iba, solo Clit, cualquier cosa que hacía me fascinaba.
    El climax fue Fuga de Alcatrazz, la fui a ver al cine solo porque era Clint Easwood. Me ha venido un flashback, saliamos del cine simancas y decir "jugamos a fuga de Alcatrazz? me pido Frank Morris"
    No se por qué, pero después se me pasó, supongo que tendría ya una edad que me interesaba por otras cosas, pero el caso es que nunca más me volvió a interesar, ni siquiera como director, y eso que ha hecho películas muy buenas, pero no he visto ni la mitad, se me quitaron las ganas de ver cine comercial, pero ahora me han entrado ganas.
    En fin, muy bueno el artículo.

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