SOMOS UNOS ANIMALES

"Deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de España."
Luces de Bohemia
Ramón Mª del Valle-Inclán

Somos unos animales. ¿Racionales y emocionales? Se supone. ¿Sensibles y morales? Eso está por ver. ¿Prepotentes y materiales? ¡Ah, eso sí que sí! La naturaleza humana lleva siglos demostrando lo capaz que es en eso de pasar por encima de quien sea con tal de imponerse. Con todas las armas a su alcance. Y si no se tienen, se inventan. ¡Cómo hemos avanzado en cuestiones armamentísticas! Nuestra sofisticación en ese campo no conoce límites. Lástima que no haya sucedido lo mismo con nuestro progreso espiritual, que es prácticamente nulo. Y mira que llevamos milenios aquí, rodeados de montones y montones de obras maestras previniéndonos contra nosotros mismos y contra el engranaje interior que nos alimenta y nos envenena sin remedio: la codicia, la ambición, el poder y el autoengaño. Pero nada, todo es en vano. El fin justifica los medios. ¿Qué se puede esperar, pues, de nosotros?
Si nos comportamos así con nuestros propios congéneres, qué no seremos capaces de hacer con los considerados seres inferiores... Sí, todos esos que no piensan. Pero sienten. ¡Ya lo creo que sienten! Lo que más sienten, para empezar, es que les haya tocado en desgracia compartir el planeta con unas criaturas aprovechadas, desagradecidas y crueles que les machacan y les exterminan impunemente o les utilizan y les someten para su propio y exclusivo provecho. O simplemente para divertirse. Porque, vamos a ver, ¿puede haber algo más divertido que criar expresamente un animal de más de 500 kilos en un bonito y silencioso prado verde, encerrarlo en un recinto de arena, rodeado de miles de personas vociferantes, clavarle reiteradamente unas varas puntiagudas para que la sangre mane alegremente y no falte color a la fiesta, jugar con él con un manto de vivos colores, y rematar la faena con una espada, obsequiándole con una de las muertes más dolorosas que pueda soportar un animal? ¡Vamos, menuda diversión!
Ah, no, no, no, querida, es que eso que has descrito no es una diversión, ¡es un arte! ¡Acabáramos! Hombre, si nos ponemos así, supongo que la estrategia y la metodología de determinados criminales, el modus operandi de muchos psicópatas o las imaginativas técnicas de tortura de algunos celadores también son un arte, ¿no?
Torturar y maltratar un animal, física o psicológicamente, jamás puede ser considerado un arte. Tan sólo una aberración. Así lo recoge la Ley 22/2003, aprobada en el Parlament de Catalunya. Con una sola excepción, expuesta en el sexto párrafo de dicha ley: la de todos aquellos animales, de cuatro patas, presentes en una plaza de toros. Y no ceso de preguntarme en qué categoría les incluirán. En fin... Esa es justamente la excepción que cientos de miles de personas decentes, acaso millones, nunca lo sabremos puesto que no se ha hecho un referéndum, quieren eliminar de la susodicha ley. El pasado 18 de diciembre, el Parlament votó y decidió llevar esa cuestión a debate. Algo es algo.
Decidan lo que decidan, hay algo muy claro: en Catalunya, únicamente queda una plaza en activo, la Monumental de Barcelona. A pesar de determinadas subvenciones, es deficitaria y no consigue alcanzar, ni de lejos, siquiera el 50% de su aforo, excepción hecha de las corridas protagonizadas por José Tomás que, dada su negativa a torear en plazas como Las Ventas o La Maestranza, consigue movilizar autocares de toda España, cada vez que visita la ciudad condal. La mayoría de los asistentes acude alimentada por el morbo, la droga favorita de los pobres de espíritu, ansiosos por presenciar la famosa temeridad de Tomás. ¿Le cogerá el toro esta vez? ¿Saldrá con vida de la plaza? Es más que probable que sí, teniendo en cuenta que por cada torero muerto, mueren 500.000 toros.

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